La frase “Por sus frutos los conoceréis”(Mateo 7:16-20) invita a trascender las apariencias para valorar la esencia de las acciones. En un mundo hiperconectado pero fragmentado, donde lo superficial suele dominar, este principio bíblico encuentra resonancia en la filosofía Zen, que enfatiza la atención plena y la autenticidad del momento presente. Soltar.

Jesús usa la metáfora agrícola para criticar a los falsos profetas, subrayando que la verdadera identidad se revela en los actos, no en las palabras. En la tradición hebrea, el fruto simboliza obras de justicia (Salmo 1:3) y amor práctico (Gálatas 5:22-23). No se trata de mérito, sino de integridad: un árbol sano no puede dar frutos podridos. La advertencia es clara: nuestras elecciones cotidianas son un testimonio inevitable de quiénes somos.

El maestro Thich Nhat Hanh enseña que “caminar es llegar”: el valor está en el proceso, no en la recompensa. Para el joven actual, esto implica:

- Acción consciente: Actuar sin dejarse arrastrar por la prisa o el ego.

- Impermanencia: Los frutos maduran y caen; lo que perdura es la intención pura.

- Desapego/ Soltar/ Siempre Soltar: Hacer el bien sin obsesionarse con el reconocimiento, como el bambú que se inclina sin romperse.

En la era digital, donde las apariencias (likes, filtros, narrativas curadas) dominan, ¿cómo cultivar frutos auténticos?

- Redes sociales como huertos: Sembrar contenido que edifique, no que hiera o trivialice.

- Minimalismo ético: Priorizar calidad sobre cantidad en relaciones, consumo y metas.

- Silencio activo: Practicar la escucha profunda (un principio Zen) para discernir entre ruido y verdad.

La sabiduría de Jesús y el Zen convergen en un mismo mensaje: no hay atajos para la autenticidad. Cada acto es semilla y cosecha. En palabras del Eclesiastés: “Todo tiene su tiempo” (3:1), pero también en la enseñanza Zen: “Cuando camines, camina; cuando comas, come”.

“Sé como el cerezo: florece sin anunciarlo, da frutos sin calcular, y deja que el viento lleve tu esencia a quien la necesite.”